viernes, 19 de abril de 2013



LA AMARGURA 

La amargura bien podría catalogarse como un estado de ánimo temporal en el cual un individuo se encuentra especialmente sensible a determinadas circunstancias que le hacen responder de forma brusca, enojada, alterada, o similar ante las mismas..

La amargura viene a ser una especie de enfermedad psicoanalice que convierte a un individuo normal y corriente en un ser extremadamente susceptible ante casi todo lo que se le presenta en la vida. Cosas como un café con una temperatura inadecuada pueden encender los malos humores de un individuo amargado en cuestión de segundos, y cosas por el estilo; en sí, eso es un amargado. Pero esto para las personas que sufren ciertos trastornos ya sea psicológicos u hormonales.


La amargura es resultado de sentimientos muy profundos, quizá los más profundos de la vida. La razón por la que es tan difícil de desarraigar es triple: En primer lugar, el ofendido considera que la ofensa es culpa de otra persona (y muchas veces es cierto) y razona: "El/ella debe venir a pedirme disculpas y arrepentirse ante Dios. Yo soy la víctima".

El cristiano se siente culpable cuando comete un pecado. Sin embargo, no nos sentimos culpables de pecado por habernos amargado cuando alguien peca contra nosotros, pues la percepción de ser víctima eclipsa cualquier sentimiento de culpa. Por lo tanto este pecado de amargura es muy fácil justificar.

En segundo lugar, casi nadie nos ayuda a quitar la amargura de nuestra vida. Por lo contrario, los amigos más íntimos afirman: "Tú tienes derecho… mira lo que te ha hecho", lo cual nos convence aun más de que estamos actuando correctamente.

Finalmente, si alguien cobra suficiente valor como para decirnos: "Amigo, estás amargado; eso es pecado contra Dios y debes arrepentirte", da la impresión de que al consejero le falta compasión. Me pasó recientemente en un diálogo con una mujer
que nunca se ha podido recuperar de un gran mal cometido por su padre.




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